martes, 22 de noviembre de 2011

El calor, impuesto inevitable sobre lo utilizable

Por Douglas Alberto Gómez Reyes 

Cada uno de nuestros movimientos y nuestros pensamientos, cada revolución de una rueda de automóvil, cada ráfaga de viento, se lleva un poco del caudal de energía útil . La energía de la naturaleza no puede nunca ser destruida, sino solamente convertida de una forma a otra. Pero cada vez que se produce una conversión parte de la energía se pierde en forma de calor inútil, que se difunde a través del universo, persistiendo para siempre, pero jamás recuperable. El descubrimiento en el siglo XIX de esta inevitable pérdida de la energía disponible clasificó de “vana” la búsqueda de la máquina de movimiento perpetuo, y condujo a la verificación que los procesos naturales tienden a ir en una sólo dirección. La medida de la progresiva degeneración de la energía hasta un estado de inutilidad se llama entropía y conlleva implicaciones filosóficas de gran importancia. 

La palabra fue inventada por el físico alemán Rudolf Clausius  (1822-1888) en el año 1865. Una entropía creciente (dilución continua del calor y el orden) tiene repercusiones cosmológicas. Desde hace más de un siglo y medio se ha especulado con la idea de que el universo puede estar tomando parte en una carrera de autodestrucción hacia una entropía máxima, es decir, cuando el universo quede a una misma temperatura todos los  procesos se detendrán, lo que significaría el fin del universo conocido.

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