lunes, 7 de marzo de 2011

PROTECCION PLANETARIA

Pruebas con rayos X muestran cómo desviar un asteroide que se aproximase a la Tierra

John L. Remo, físico del Centro Harvard-Smithsoniano de  Astrofísica (Harvard-Smithsonian  Center for Astrophysics), se ha fijado una meta modesta: salvar al mundo. Desde mediados de los años noventa, él y sus colegas de los laboratorios Nacionales Sandia han realizado los primeros experimentos  encaminados a observar la manera en la que se transfiere el ímpetu de las  explosiones de radiación  de alta intensidad a los fragmentos de meteoritos. Con acceso a la máquina Z de Sandia, el generador de rayos X más potente del mundo, Remo y su equipo podrían dirigir los esfuerzos para desviar un asteroide o cometa que se acerca demasiado a la Tierra.

La ocurrencia de una devastadora colisión con un objeto cercano a la Tierra (OCT) podría ser simplemente cuestión de tiempo. Por ejemplo en junio de ese año, el asteroide 2002MN, una roca de 50 a 100 metros de diámetro, pasó a menos de 120,000 kilómetros de nuestro planeta. Y es motivo de preocupación  si consideramos que el 2002MN fue descubierto tres días después del momento en que se acercó a la Tierra. Un caso de mayor preocupación es el asteroide NT7, una roca de dos kilómetros de  diámetro que llegará antes del 2019. Si chocara contra la Tierra, causaría perturbaciones globales (los últimos cálculos indican que sólo pasará cerca).

Los investigadores han estudiado la posibilidad de desviar estos objetos desde hace más de diez años, pero los análisis no han sido concluyentes por falta de información. Remo ha insistido en la importancia de conocer las características de los materiales de los OCT para predecir su reacción a un impulso. Considera que el parámetro crucial es el  “coeficiente de acoplamiento del ímpetu”, una medida de la eficiencia con la que la radiación que llega a un objeto se convierte en energía cinética. Las pulsaciones de rayos X  de alta energía producidas por la máquina  Z golpean al objetivo (hasta ahora se han probado seis variedades de meteoritos) y crean un chorro de plasma que regresa hacia el origen. Una ola de choque que conserva el ímpetu formado al final lanza al meteorito en la dirección opuesta. Remo, junto con Michael D. Furnish de Sandia, midió el efecto Doppler del rayo láser reflejado para calcular la velocidad de estas partículas.

Con base en sus cálculos, Remo cree que  para desviar a un OCT hacia una trayectoria segura, basta con detonar explosivos de tamaño medio cerca de éste. Entre más tiempo haya para preparar el dispositivo o entre menores sean los objetos, habrá más opciones  para no recurrir a la energía nuclear.
Desde luego, no es tan simple extrapolar los resultados para piedras del tamaño de unos centímetros a rocas con un diámetro de cientos de metros. Independientemente del tamaño del meteorito, como los rayos X interactúan con la materia a una escala microscópica, los coeficientes de acoplamientos pueden medirse con exactitud en el laboratorio. Sin embargo, la mayor incertidumbre proviene de si los asteroides son objetos sólidos o un conjunto holgado de rocas. 

Remo está  diseñando experimentos para investigar lo anterior y planeando pruebas Z para diferentes materiales meteóricos y de cometas. A lo que  aspira es a  convertir el peligro de los OCT en un problema directo de física e  ingeniería. Más que asustar a la gente con pronósticos de un cercano fin del mundo, le gustaría decirles lo que puede hacerse.

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