Por Douglas Alberto Gómez Reyes
El péndulo resultó ser la clave para impulsar la precisión y confiabilidad de los relojes. El físico y astrónomo Galileo Galilei –y otros antes de él- experimentaron con el péndulo, pero fue el astrónomo y matemático holandés Christiaan Huygens quién inventó el primer reloj de péndulo, el día de navidad de 1656. Huygens reconoció de inmediato la importancia comercial y científica de su invento y, en cosa de seis meses, un fabricante de La Haya había obtenido ya la licencia para la factura de relojes de péndulo.
Huygens observó que, al recorrer un arco circular, el péndulo realizaba más rápido las oscilaciones pequeñas que las grandes. Por lo tanto, cualquier variación en la extensión del balanceo del péndulo haría que el reloj se adelantara o atrasara. Tras darse cuenta de que era imposible una amplitud constante (la distancia de la trayectoria) de un balanceo a otro, Huygens concibió una suspensión del péndulo que hacía que su pesa se moviera en un arco cicloidal en lugar de circular, permitiendole oscilar en el mismo tiempo sin importar la amplitud. Los relojes de péndulo eran cien veces más precisos que sus predecesores, reduciendo el adelanto o atraso característico de 15 minutos al día a alrededor de un minuto a la semana. La noticia del invento se difundió rápidamente y para 1660, artesanos ingleses y franceses ya estaban desarrollando sus propias versiones de este nuevo dispositivo de medición.
El advenimiento del péndulo no sólo incrementó la demanda de relojes sino también provocó su desarrollo como mueble. Pronto empezaron a surgir los estilos nacionales: los fabricantes ingleses diseñaron el gabinete para que se ajustará el mecanismo del reloj; en cambio, los franceses hicieron más énfasis en la forma y decorado de la caja. Sin embargo, Huygens tenía poco interés en esas modas y dedicó gran parte de su tiempo a mejorar el dispositivo, tanto para usos astronómicos como para resolver el problema de encontrar la longitud en el mar.
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